Oración para sanar relaciones rotas y aprender a perdonar

Señor, vengo ante ti con el corazón hecho pedazos.

No sé cómo llegamos hasta aquí, pero algo se rompió entre nosotros.

Te pido, Padre, que entres en medio de este dolor y pongas tu mano sanadora.

No quiero vivir con rencor ni con esta tristeza que pesa tanto.

Ayúdame a ver con tus ojos, a entender con tu sabiduría y a amar como tú amas.

Dios mío, tú conoces cada palabra que se dijo, cada herida que se abrió.

No quiero justificarme ni señalar culpables.

Solo quiero que me limpies por dentro, que me muestres lo que debo cambiar.

Si he fallado, enséñame a pedir perdón con sinceridad.

Si me han herido, dame la gracia de no guardar resentimiento.

No quiero que el orgullo me aleje de tu paz.

Padre, a veces me cuesta perdonar.

Me digo que ya lo hice, pero el dolor sigue ahí, escondido.

Hoy te lo entrego todo: el enojo, la decepción, la tristeza.

No quiero cargar más con esto.

Enséñame a soltar, a dejar ir lo que no puedo cambiar.

Que tu Espíritu me transforme desde dentro y me dé un corazón nuevo, capaz de amar sin condiciones.

Jesús, tú sabes lo que es ser traicionado, herido por quienes amabas.

Por eso te pido que me enseñes a perdonar como tú lo hiciste.

No quiero que esta herida se convierta en una barrera entre tú y yo.

Sana lo que está roto, restaura lo que se perdió.

Que tu amor me cubra y me dé la fuerza para seguir adelante sin amargura.

Espíritu Santo, ven y habita en este espacio roto.

Llena los vacíos que dejó la distancia, las palabras duras, los silencios prolongados.

No quiero que esta relación termine así, sin redención.

Si es tu voluntad, abre caminos de reconciliación.

Y si no, dame paz para aceptar y seguir amando desde lejos.

Que no haya odio en mi corazón, solo tu presencia que consuela y renueva.

Señor, no quiero que esta experiencia me endurezca.

Quiero seguir creyendo en el amor, en la restauración, en los nuevos comienzos.

Ayúdame a no cerrarme, a no levantar muros.

Que mi corazón siga siendo tierra fértil para tu gracia.

Si tú estás conmigo, puedo enfrentar cualquier pérdida.

Enséñame a confiar en tu tiempo, en tu plan, incluso cuando no entiendo nada.

Gracias, Señor, por escucharme.

Aunque no tenga todas las respuestas, sé que tú estás obrando.

Me aferro a tu promesa de que todo lo que se pone en tus manos puede ser transformado.

Hoy dejo esta relación en tu altar.

Haz lo que tú sabes hacer: sanar, restaurar, redimir.

Y mientras tanto, enséñame a perdonar de verdad, como tú me perdonas cada día.

Amén.