El nacimiento de la Iglesia: Primeros cristianos

Todo comenzó en Jerusalén, tras la muerte y resurrección de Jesús.

Sus seguidores, liderados por Pedro y los apóstoles, predicaban con valentía, atrayendo a miles.

Pero su mensaje desafiaba a las autoridades religiosas y romanas, lo que desató persecuciones.

A pesar del peligro, la fe crecía, impulsada por la convicción de que Jesús era el Mesías prometido.

Las persecuciones no tardaron en llegar.

Esteban, el primer mártir cristiano, fue apedreado por proclamar su fe.

Saulo, un perseguidor feroz, arrestaba cristianos hasta que tuvo una visión de Jesús y se convirtió en Pablo,

el mayor misionero del cristianismo.

Su transformación marcó un punto clave en la expansión de la fe más allá de Jerusalén.

Los cristianos se dispersaron por el Imperio Romano, llevando su mensaje a ciudades como Antioquía, Éfeso y Roma.

Se reunían en casas, compartían bienes y ayudaban a los necesitados.

A pesar de la hostilidad, su comunidad crecía, atrayendo a personas de todas las clases sociales.

Su amor y unidad los diferenciaban en un mundo lleno de desigualdad.

El Imperio intentó sofocar la nueva fe, pero cada persecución solo fortalecía a los cristianos.

En el siglo IV, Constantino legalizó el cristianismo con el Edicto de Milán.

Lo que comenzó con un pequeño grupo en Jerusalén se convirtió en una religión global.

La Iglesia había nacido, y su impacto en la historia sería inmenso e irreversible.